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Pequeñas manías y otros hábitos desagradables

Pequeñas manías y otros hábitos desagradables

Alejandra estaba ansiosa por empezar “el cole de mayores”, sin embargo su madre no sabía que sus nervios llegarían hasta el punto de empezar a adoptar hábitos como arrancarse el pelo o morderse las uñas compulsivamente

Indice

 

Muchas de estas manías, algunas más desagradables que otras, se desarrollan a partir de los 4 o 5 años. Por raro que nos pueda parecer, los niños también padecen estrés y ansiedad y su origen puede estar en diferentes causas: el comienzo de curso, un cambio de domicilio, los deberes del cole, hacer nuevos amigos, etc. Toda esta presión puede derivar en el desarrollo de pequeños malos hábitos como quitarse costras, urgarse la nariz, chupar los puños del jersey, morderse mechones de pelo, chuparse el pulgar u otros comportamientos. La repetición de estas acciones le ayudan a mitigar su ansiedad y a tranquilizarse.

Aunque estas conductas no suelen ser graves, muchas de ellas son socialmente inaceptables. Los niños pequeños no lo perciben, sin embargo a la edad de 6 o 7 años comienzan ser conscientes de su apariencia personal y el hecho de morderse las uñas o arrancarse el pelo puede debilitar la confianza en sí mismos. Y a medida que pasa el tiempo será más difícil abandonar el hábito. Si quieres ayudar a tu pequeño a acabar con esos tics, comienza cuanto antes.


Dar un toque de atención al niño, pero sin reñirle

Tu hijo no lo hace intencionadamente, así que no le regañes ni le castigues por ello, especialmente en público y mucho menos delante de sus amigos, ya que podría avergonzarse por algo que no puede controlar y crearle así mayor ansiedad. En lugar de eso, llama su atención calmadamente y explícale lo que te preocupa: “Me he dado cuenta de que te muerdes las uñas. La piel está roja e irritada. ¿No te duele? Si sigues haciéndolo tus dedos lo notarán”. Acuerda una señal secreta con él, de modo que cuando esté haciéndolo en público sólo vosotros dos sepáis a qué te refieres y deje de hacerlo (un guiño, rascarte la nariz, sacarle la lengua…)
 

Establecer rutinas

Trata de hacer los momentos de transición, como cambiar de curso, cambiar de ciudad, ir a visitar a unos amigos tuyos, etc. lo más divertidos, predecibles y tranquilos posible. Saber qué va a ocurrir y evitar la incertidumbre le ayudará a sentirse menos ansioso.
 

Ir directo a la raíz del problema

Los malos hábitos tienden a intensificarse cuando un niño está nervioso o incómodo. Si tu hija comienza a morderse las pieles del labio cuando va a clase de inglés o antes del partido de fútbol, piensa en alguna alternativa para aliviar su estrés (cerrando los ojos y respirando profundamente varias veces, abrazando fuertemente a su muñeco preferido, haciendo una pelea de almohadas…). Las pelotas antiestrés o la plastilina son una excelente herramienta para liberar tensiones. Además habla con ella sobre aquello que le preocupa o le pone nerviosa. Si no te quiere contar cuál es el problema, inténtalo unos días más tarde o pregunta a sus profesores, pero no mires hacia otro lado, seguramente algo está pasando.
 

Alabar los progresos del niño

Cuando notes que está leyendo o haciendo un dibujo para el cole sin recurrir a su manía, dale un abrazo, y déjale ver que te has dado cuenta. Pero no olvides que es un proceso que requiere paciencia, tiempo y refuerzo continuo. Así que mantén la calma, será más sencillo para todos. En ocasiones puede ser frustrante tratar que un niño abandone ciertas manías o malos hábitos. Pero reiteramos que cuanto antes empieces a darle solución más sencillo será. No obstante hagas lo que hagas no intentes cambiar todas las conductas de tu hijo al mismo tiempo. Hazlo de una a una. A él le resultará menos costoso y sin duda será más eficaz.


Algunas de las  reacciones más comunes a la ansiedad

Pega y muerde

Incluso los niños de 4 o 5 años pueden tener problemas para expresar sus sentimientos de rabia y frustración, y reaccionan de esta forma ante situaciones de ansiedad. Para acabar con ello, déjale claro, serena pero firmemente, que hacer daño a los demás es inaceptable y que si quiere expresar su ira debe hacerlo con palabras y nunca peleando. Pregúntale qué ha provocado su enfado. Presta atención a aquellas situaciones que provocan que pegue o muerda para, en la medida de lo posible intentar atajarlas. 

Se muerde las uñas

Es una de las manifestaciones más habituales de los niños ante una situación de estrés. Pero raramente son motivo de preocupación seria, más allá de la estética.
Si es niña, cuando sea mayor puedes, quizás, buscar un incentivo como jugar a haceros la manicura y pintaros las uñas.

Te insulta y dice palabras malsonantes

Tu niño puede sorprenderte repentinamente soltando un “te odio” o “eres una bruja” (o con algo mucho peor) cuando le das una orden que no quiere cumplir. Si no oye habitualmente ese vocabulario en casa (recuerda que los niños aprenden por imitación) puede estar queriendo decir con ello que está cansado y desbordado y no sabe cómo manejar la situación. Lejos de entristecerte o responderle de la misma forma (creerá que ha encontrado el arma perfecta para manipularte) intenta aceptar sus sentimientos y explicarle tranquilamente que entiendes que odie tu decisión, pero que en esos casos debe expresar que está enfadado sin insultar ni ser irrespetuoso.

Muéstrale que aunque no estás de acuerdo con su comportamiento le sigues queriendo.

Lloriquea sin cesar

Los niños muchas veces aprenden que no no es siempre la última palabra y en ocasiones puede convertirse en un sí. Sólo hace falta suplicar un poco. Para evitar esta odiosa e irritante costumbre, debes ser firme cuando digas no, así sabrá que no quiere decir no y no “tal vez”.

Si tu niño quiere un juguete proponle apuntarlo en una “lista de deseos” de cara a su cumpleaños o Navidad (cuando llegue ese momento, la mayoría de las cosas que había apuntado habrán dejado de interesarle).

Se arranca pelo

La tricotilomanía o el trastorno de arrancarse el pelo afecta a casi cuatro de cada cien personas y, aunque no es una patología muy grave muy común, sus consecuencias pueden derivar en trastornos psicológicos importantes que deben controlarse a tiempo. Los niños son uno de los grupos más perjudicados. Es un trastorno que aparece con más frecuencia entre los tres y los siete años y puede detectarse gracias a las zonas de calvicie que aparecen después de arrancarse el pelo. En ningún caso se puede castigar al pequeño y, menos aún, cortarle el pelo al cero, ya que esto podría aumentar su angustia. Es importante hablar con el pediatra o el médico de atención primaria para que realice un seguimiento al niño y, si observa que el problema persiste, será el encargado de derivarle a un especialista en psiquiatría infantil.
 

- La conducta de tu hijo afecta a su salud. Por ejemplo si se hurga constantemente la nariz o se arranca costras o se muerde las uñas en exceso podrían causarle una infección.

- El hábito parece compulsivo. Si un niño necesita lavarse las manos cada vez que palpa algo o tocar la puerta cinco veces antes de entrar en su habitación, puede tratarse de un trastorno obsesivo compulsivo.

- Su manía de arrancarse el pelo se agrava de forma que presenta calvas en cabeza, cejas o pestañas.

- Tiene tics incontrolables. Un guiño exagerado y constate de ojos, un trastorno alimenticio o patrones de conducta tales como movimientos y sonidos vocales involuntarios y repetidos (tose o se aclara la voz antes de hablar, repite palabras o frases inapropiadas…) o hipocinesia podrían ser síntomas del síndrome de Tourette.


Fuente:

Rosa Alcázar, Ana Isabel; Olivares Rodríguez, José (2010), El trastorno obsesivo-compulsivo en niños y adolescentes, Madrid, Ed. Pirámide.

Rosa Alcázar, Ana Isabel (2012), El trastorno obsesivo-compulsivo en la infancia. Una guía de desarrollo en la familia, Madrid. Ed. Pirámide.

Fecha de actualización: 21-05-2020

Redacción: Lola García-Amado


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